Depresión y ansiedad son dos enfermedades de nuestro tiempo. Aunque ahora tenemos una mayor sensibilidad respecto a la salud mental, este es un tema que sigue generando confusión. Abordamos dos de las enfermedades mentales más graves y extendidas y vemos sus diferencias.
Antes de nada hay que remarcar que tanto el trastorno de ansiedad como la depresión son dos enfermedades. No se corresponden con episodios puntuales, ni con estados de ánimo. Por tanto, han de ser tratadas como tales.
Cuando sufrimos brotes de ansiedad recurrentes o atravesamos temporadas largas de apatía o tristeza, acompañadas de un agotamiento físico y mental anormal que nos impide afrontar las tareas cotidianas, es importante acudir al psiquiatra. Virginia Cuesto nos cuenta que visitó a la psiquiatra Raquel Calles, una doctora especializada en salud mental en Tenerife, que lleva especializándose en esta rama de la medicina dese 1999, en un momento en el que se encontraba muy muy mal. Se sentía hundida. Sin ver ninguna salida. La consulta médica le sirvió para identificar su enfermedad e iniciar un tratamiento que poco a poco le ha permitido llevar una vida normal.
En ocasiones, la ansiedad y la depresión se pueden confundir, por eso es necesaria la intervención médica. Dar con el tratamiento adecuado es fundamental para superar la enfermedad. De eso se encarga el psiquiatra. Un psicólogo nos puede dar herramientas para gestionar determinadas situaciones, un médico de medicina general nos puede recetar algún fármaco para contrarrestar los síntomas, pero es el psiquiatra, el especialista en salud mental, el que realmente puede aplicar un tratamiento efectivo.
Veamos más en concreto en qué consisten estas dos enfermedades y en qué se diferencian.
T.A.G. Trastorno de Ansiedad Generalizada.
Dice el Instituto N.I.H. (National Institiut of Mental Heath) de Illinois, Estados Unidos, que muchas personas nos preocupamos por temas como la salud, la economía, la familia, pero un enfermo de T.A.G. lo hace extremadamente, con más frecuencia y cuando no existen razones aparentes para hacerlo. Un enfermo de ansiedad ha instalado el pavor en su vida. Lo que le lleva a experimentar situaciones de agitación nerviosa recurrentes. Esta alteración se puede prolongar durante meses o años.
Los enfermos de ansiedad tienden a preocuparse demasiado por las cosas del día a día. Son conscientes de que lo hacen, pero no pueden controlarse. Tienen problemas para reprimir su nerviosismo y se suelen sentir inquietas y con dificultades para relajarse. Esto también afecta a su capacidad de concentración. Dificultando enormemente la realización de determinadas actividades que precisan de su atención.
Suelen sentirse irascibles y se alteran con gran facilidad ante cualquier situación novedosa o inesperada. Adoptando, con frecuencia, actitudes desproporcionadas.
La ansiedad presenta repercusiones físicas y psicosomáticas. Un enfermo de ansiedad suele sufrir insomnio. Tiene tendencia a cansarse con facilidad o sentirse cansado todo el tiempo. Suele padecer dolores de cabeza frecuentes, así como dolores estomacales, musculares y molestias físicas inexplicables.
Cuando experimentan un ataque de ansiedad se les acelera el pulso, sufren taquicardia, temblores, mareos, excesiva sudoración y presentan problemas para respirar. Es como si les faltara el aire.
Estos ataques son puntos críticos, momentos en los que la enfermedad se manifiesta con más virulencia. No significa que cuando la persona no sufre un ataque no se encuentra enferma. Al contrario, la enfermedad es continua, con horas o días en las que se encuentra latente.
Hay varias causas que pueden conducir a la aparición de esta enfermedad. Con frecuencia, en muchos casos, el origen es multicausal. Haber vivido una situación traumática o desenvolverse en un ambiente excesivamente exigente y estresante puede conducir a la persona a desarrollar este trastorno.
Las enfermedades crónicas también tienden a incubar el trastorno de ansiedad. Una persona que padece cólicos nefríticos con frecuencia o dolores intensos de cuello, de espalda o temporomandibulares pueden hacer que desarrolle un trastorno de ansiedad debido a la impotencia que les genera la enfermedad física. Que les impide realizar las tareas cotidianas.
Otro elemento presente en la ansiedad es el factor genético; si bien, es necesario que haya una situación desencadenante para que este se desarrolle.
La ansiedad se controla con fármacos de tipo ansiolítico y antidepresivo. Son medicinas que suelen tardar varias semanas en surtir efecto. Se suelen acompañar con Terapias Cognitivas Conductuales que dan herramientas al paciente para controlar sus emociones y desde luego, un aspecto importante es contar con grupos de apoyo que le presten atención en los momentos en los que su situación personal se empieza a agravar,
La enfermedad de la depresión.
La Organización Panamericana de Salud, dependiente de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud) señala que la depresión es una enfermedad común, pero grave. Ya que interviene de forma negativa en la vida de la persona. En su capacidad para trabajar, estudiar, dormir, comer, relacionarse con los demás, etc.
Es una enfermedad que suele venir causada por una combinación de factores genéticos, biológicos, psicológicos y ambientales. Tener antecedentes familiares de depresión puede predisponer a una persona a sufrir la enfermedad, pero es necesario que se creen las condiciones ambientales para que se desarrolle. Por otro lado, hay personas sin antecedentes familiares que padecen depresión. No todas las personas depresivas presentan los mismos síntomas. Su duración, gravedad y frecuencia pueden variar de una persona a otra.
La depresión se caracteriza por un estado de tristeza persistente y una pérdida total de interés por actividades con las que, antes, la persona disfrutaba. Esto les lleva a un nivel de abandono que les puede hacer que se desentiendan de las tareas más básicas, como la alimentación o el aseo personal. El enfermo muestra incapacidad para llevar a cabo actividades cotidianas durante al menos dos semanas.
El enfermo de depresión suele presentar una pérdida considerable de energía, un cansancio generalizado, una disminución de la concentración y una baja autoestima.
Un aspecto preocupante es que le puede llevar a desarrollar de forma incontrolada pensamientos negativos persistentes relacionados con la culpa, la inutilidad o la desesperanza que puede desembocar en actos de autolesión o en la emergencia de instintos suicidas.
Es importante partir de que la depresión no es ningún síntoma de debilidad mental o psicológica. Es una enfermedad que se puede tratar y, en muchos casos, erradicar. O al menos controlarla, para que sus efectos sean menores.
Para tratar la enfermedad, el seguimiento médico por parte de un psiquiatra y el tratamiento farmacológico individualizado son fundamentales. De esta manera se evitará que aparezcan brotes de ansiedad y se controlará la emergencia de pensamientos negativos que puedan tener consecuencias funestas.
Cuando una persona piensa que tiene depresión, la O.P.S. (Organización Panamericana de la Salud) recomienda que pidamos una cita con nuestro médico de cabecera. Este suele ser un buen punto de partida. Si el doctor lo considera adecuado, nos derivará a un psiquiatra o nos invitará a que lo busquemos por nuestra cuenta.
En estos casos es importante no aislarse. Mantener el contacto con la familia y los amigos. Deberemos intentar conservar hábitos regulares de alimentación y sueño, y hacer algo de ejercicio, aunque sea salir a dar un paseo cada día.
Mientras nos dure la depresión debemos integrarla en nuestra vida. Quizás no podamos hacer lo mismo que hacíamos antes, pero en la medida de lo posible debemos intentar mantenernos activos.
Debemos evitar el consumo de alcohol y drogas, ya que esto puede agravar la depresión e interferir en la medicación. Si afloran pensamientos suicidas hay que buscar ayuda inmediatamente.
Diferencias entre la ansiedad y la depresión.
La psicóloga clínica brasileña Juliana Vieira Almeida Silva, autora del libro «Ansiedade, Medo e Preocupações: Manual da Mente Tranquila» afirma que la principal diferencia entre la ansiedad y la depresión está en que la ansiedad genera un estado de angustia constante, mientras que la depresión genera un estado decaído y una pérdida de interés por todo o casi todo.
Otra cuestión a tener en cuenta para diferenciarlos es la forma y virulencia de la aparición de pensamientos negativos y autodestructivos. Aunque estos pensamientos no se dan en todos los enfermos de depresión, si es más frecuente que aparezcan en personas que sufren esta enfermedad frente a los pacientes diagnosticados con trastorno de ansiedad.
Existe una relación entre las dos enfermedades. Hay personas que sufren trastornos de ansiedad prolongados que desembocan en depresión; mientras uno de los síntomas habituales de la depresión son los ataques de ansiedad.
Un estudio realizado por la Universidad de Harvard sugiere que existe un puente entre las dos enfermedades.
La razón de esta conclusión se debe, entre otras cosas, en que las dos actúan sobre la corteza soma-sensorial, la parte del cerebro que interpreta sensaciones como el tacto. Esta parte de la corteza cerebral, a su vez, interactúa con el hipotálamo y con el cíngulo anterior, áreas que regulan las emociones y la respuesta al estrés.
Por otro lado, dos neurotransmisores como la serotonina y la noradrenalina, que conectan el cerebro con el sistema nervioso central, se ven afectados en los trastornos de ansiedad y depresión.
Estamos hablando, pues, de dos enfermedades que actúan directamente sobre el cerebro y que pueden resultar incapacitantes.