Acudir a terapia para adultos después de enfrentar la depresión ha sido una de las decisiones más importantes y transformadoras de mi vida. Durante mucho tiempo, viví atrapado en un ciclo de tristeza profunda, ansiedad y una sensación de vacío que no podía explicar. Cada día se sentía como una lucha constante, y aunque intentaba mantener una apariencia de normalidad, en mi interior me estaba desmoronando. No fue fácil aceptar que necesitaba ayuda, pero reconocerlo y dar el paso para ir a terapia cambió mi perspectiva y, sobre todo, mi salud mental.
Antes de comenzar la terapia, me sentía perdido y sin rumbo. La depresión no solo afectaba mi estado de ánimo, sino también mi capacidad para disfrutar de la vida y llevar a cabo las tareas más simples. Cosas que antes me hacían feliz, como salir con amigos o incluso leer un buen libro, dejaron de tener sentido. Me costaba levantarme de la cama y enfrentar cada día. Fue un momento oscuro, lleno de autocrítica y desesperanza. Empecé a darme cuenta de que estaba perdiendo el control y que no podía salir solo de ese pozo en el que me encontraba.
Tomar la decisión de ir a terapia no fue sencillo. Había un estigma, tanto interno como externo, que me hacía sentir que pedir ayuda era un signo de debilidad. Me preocupaba lo que la gente pensaría y, más que nada, me aterrorizaba enfrentar mis propios pensamientos. Sin embargo, cuando finalmente di el paso y me senté en la consulta del terapeuta de Canvis, sentí que algo empezó a cambiar. No fue un cambio inmediato ni mágico, pero el simple hecho de hablar con alguien que no me juzgaba y que entendía por lo que estaba pasando me dio una sensación de alivio que no había experimentado en mucho tiempo.
La terapia se convirtió en un espacio seguro donde pude explorar mis emociones sin miedo. Poco a poco, empecé a entender que mi depresión no definía quién era, sino que era una parte de mi experiencia que necesitaba comprender y tratar. Aprendí a identificar patrones de pensamiento negativos que me hundían aún más, y descubrí herramientas para desafiar esos pensamientos. La terapia me enseñó a ser más compasivo conmigo mismo, a dejar de lado la culpa y a aceptar que estaba bien no estar bien.
Uno de los aspectos más impactantes de mi proceso terapéutico fue aprender sobre el autocuidado. Antes de la terapia, mi salud física y mental estaban completamente descuidadas. Dormía mal, comía sin apetito y había perdido todo interés en mi bienestar general. Mi terapeuta me ayudó a ver la conexión entre mi cuerpo y mi mente, y poco a poco fui incorporando pequeños hábitos que hicieron una gran diferencia, como establecer una rutina de sueño, salir a caminar y dedicar tiempo a actividades que me aportaban paz.
Otro aspecto crucial fue el trabajo en mis relaciones. La depresión había afectado profundamente la manera en que me relacionaba con los demás, y muchas veces me aislaba porque sentía que no tenía nada bueno que aportar. En la terapia, trabajé en fortalecer mis vínculos y en expresar mis necesidades de una manera saludable. Aprendí que no estaba solo y que pedir ayuda no solo era válido, sino también necesario. Esto me ayudó a reconectar con mis seres queridos y a reconstruir una red de apoyo que me sostuvo en mis peores momentos.
¿Por qué acuden los adultos a terapia más habitualmente?
Los adultos acuden a terapia por diversas razones, y esta práctica se ha vuelto más habitual en los últimos años debido a una mayor conciencia sobre la salud mental y la disminución del estigma asociado a buscar ayuda psicológica. Las razones más comunes por las que los adultos deciden acudir a terapia incluyen la gestión del estrés, la ansiedad, la depresión, los problemas de relación, y el manejo de traumas pasados.
El estrés y la ansiedad son motivos frecuentes para buscar terapia, ya que las demandas laborales, las responsabilidades familiares y las presiones sociales pueden llegar a ser abrumadoras. Muchas personas experimentan dificultades para manejar el estrés cotidiano, lo que puede afectar su bienestar general y llevar a problemas de salud física y emocional. La terapia proporciona un espacio seguro para explorar las fuentes de ansiedad y aprender estrategias de afrontamiento, como la gestión del tiempo, la asertividad y la relajación, que ayudan a mejorar la calidad de vida.
La depresión es otra razón común por la cual los adultos buscan ayuda terapéutica. La depresión no siempre se manifiesta de manera evidente, y muchas personas luchan en silencio con sentimientos de tristeza, falta de motivación, fatiga y pérdida de interés en actividades que solían disfrutar. La terapia puede ser un recurso vital para identificar los factores desencadenantes de la depresión y trabajar en la reconstrucción de una vida plena y equilibrada, con el apoyo de un profesional capacitado.
Los problemas de relación, ya sean de pareja, familiares o de amistad, también llevan a muchos adultos a terapia. La comunicación deficiente, los conflictos no resueltos y la falta de comprensión mutua pueden generar tensiones en cualquier tipo de relación. A través de la terapia, las personas pueden desarrollar habilidades de comunicación más efectivas, aprender a gestionar los conflictos de manera constructiva y fortalecer sus vínculos emocionales, lo que contribuye a una mejor calidad de vida y relaciones más saludables.
Además, muchos adultos buscan terapia para el crecimiento personal y el autoconocimiento. Más allá de los problemas específicos, la terapia permite a las personas explorar sus pensamientos, emociones y comportamientos, ayudándoles a entenderse mejor a sí mismos y a tomar decisiones más conscientes. Este enfoque no solo mejora el bienestar emocional, sino que también puede conducir a cambios positivos en diferentes áreas de la vida, como el trabajo, las relaciones y los proyectos personales.